La Orquesta Sinfónica de Yucatán sueña con cisnes


 
El saludo del director Juan Carlos Lomónaco y el concertino Christopher Collins Lee al final de la función

Como si ella misma se hubiese librado del hechizo de Von Rothbart, la Orquesta Sinfónica de Yucatán sorteó el foso del Peón Contreras, adonde la confinan los conjuros de la danza y la ópera, y tomó el lugar en el cual el ballet nos hace fantasear con príncipes medievales y doncellas aladas.

En el penúltimo programa de su XXX Temporada,  la OSY, dirigida por el maestro Juan Carlos Lomónaco, dedicó la segunda parte de su concierto de este viernes 7 de diciembre a “El lago de los cisnes”, del que interpretó algunos de los momentos más evocadores.

A veces fue como si la orquesta nos explicara un truco de magia. El característico inicio del pas de quatre del segundo acto de la obra de Piotr Tchaikovsky, aquél en que los cisnes pequeños nos hipnotizan con sus movimientos simétricos y sincronizados, se nos reveló como una madeja de sonidos de clarinete, fagot, oboe y flauta. Y en la sección de percusiones, Fernando Cardeña puso al descubierto la forma en que las castañuelas con mango se golpean en la pierna para dar a la danza española del tercer acto uno de sus elementos distintivos, mientras que sus compañeros David Martínez, Tanya Estrada e Ivonne Revah nos hicieron conscientes de la asociación de instrumentos como el triángulo, la pandereta, el bombo y los platillos con escenas decisivas del relato dancístico.

Otras veces, los músicos parecieron interpretar sus propias coreografías. El concertino Christopher Collins Lee tuvo un pas de deux con la arpista Ruth Bennett y otro con el chelista Veselin Dechev en la parte correspondiente al dueto de Odile y Sigfrido del segundo acto, una de las intervenciones más felices de la noche.

En esta misma pieza, como una composición dancística de diferentes tiempos fue uno de los acompañamientos que las secciones de violines hicieron a su instrumentista principal, que, en la ejecución apasionada de su solo, se rodeó de un cuerpo de baile formado de pizzicatos.

En ausencia de bailarines, la Sinfónica de Yucatán se permitió acelerar la velocidad de algunos momentos de la obra, que incluyeron también la introducción, el vals del primer acto y las danzas de carácter del tercero.

Más de una vez (sobre todo después del vals y la actuación solista de Christopher Collins Lee) hubo que reprimir las ansias rabiosas de aplaudir, pues, siendo concierto sin representación, no serían perdonadas las palmas intrusivas para 60 cisnes vestidos de riguroso negro.

Comentarios

  1. Excelente crónica. Me pareció estar ahí y escuchar con oídos imaginarios las notas musicales y con los ojos de la memoria ver los movimientos perfectos. Aplauso de pie!!!

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