La bailarina yucateca Aniuska Camacho Torres se une al Ballet de Monterrey

Aniuska Camacho Torres en clase en la Academia de Danza Pro-Arte

 

2020 será recordado como el año de la pandemia. Aniuska Camacho Torres lo recordará también como el año en que hizo realidad el sueño que tenía desde la infancia: unirse a una compañía de ballet profesional.

En agosto pasado la bailarina yucateca se integró al cuerpo de baile del Ballet de Monterrey, que dirige el maestro Luis Serrano. Desde entonces ha tomado parte con la agrupación en funciones de “Don Quijote” y “El Cascanueces”, tanto en la capital neolonesa como en León.

“Siempre quise estar en una compañía a nivel profesional”, recuerda Aniuska a “Yucatán baila” en visita a Mérida con motivo de las vacaciones decembrinas. Explica que si antes no audicionó para entrar en una de ellas  fue porque se había propuesto terminar primero su formación universitaria —Ingeniería Industrial—, lo que hizo en julio pasado. “Fueron cinco años que pasaron muy rápido” y en los que como bailarina se dedicó a ir a cursos, festivales y concursos, y presentarse con el Ballet de Cámara Pro-Arte, “todo lo que me permitiera la carrera”. 

Ensayando en la sede del Ballet de Monterrey


Con la convicción de que era “ahora o nunca” el momento de encontrar una oportunidad artística profesional, en el primer trimestre del año comenzó a dar los pasos para unirse al Ballet de Monterrey, compañía que había despertado su interés por el prestigio ganado a lo largo de 30 años, la fidelidad de su público, su proyección nacional e internacional y el hecho de que su actual director provenga de la escuela cubana de ballet, en cuya metodología se formó Aniuska en la Academia de Danza Pro-Arte. 

Pero sus planes debieron adaptarse a la nueva realidad impuesta por la pandemia.

Dos semanas después de que el Ballet de Cámara presentara “Coppelia” en el Teatro Armando Manzanero, función en la que Aniuska interpretó el papel de Swanilda, la bailarina viajó a Monterrey para participar en la clase en que la evaluarían. Ese lunes 16 de marzo “entré, saludé al director, me presenté; ya estaba lista para empezar la clase cuando entraron los maestros, coordinadores y administradores de la compañía a decir que se iban a suspender actividades durante dos semanas por la pandemia…”.

Al día siguiente ya estaba de regreso en Mérida, donde transcurrió el confinamiento ordenado por las autoridades, inicialmente de unos días de duración y que terminó prolongándose meses.

Cuando el Ballet de Monterrey reanudó actividades en el verano, Aniuska se puso de nuevo en contacto con su dirección, que le reiteró la invitación a tomar una clase con ellos para examinarla. “Todo ese tiempo estuve entrenando mucho, en mi casa durante un tiempo, luego en la academia; entrenaba solita, ya había hecho todas las clases que había en internet…”, rememora riendo.

La clase en Nuevo León tuvo el resultado esperado, pues la bailarina yucateca recibió la propuesta de quedarse en la compañía, a la que ingresó el 1 de agosto.  Y ya tuvo oportunidad de subir al escenario con la agrupación: en el Festival Internacional de Santa Lucía, como acompañante de toreros en “Don Quijote”; en la gira anual a León, de nuevo en la obra inspirada en la novela de Cervantes y en el vals de los copos de nieve como parte de una selección de escenas de “El Cascanueces”, y en una grabación de este ballet navideño en el Showcenter Complex.

Como acompañante de los toreros
en "Don Quijote". Foto cortesía

El papel en “Don Quijote” le llegó en forma sorpresiva, debido a la lesión de una compañera. “Estaba muy nerviosa, tenía mucho miedo de equivocarme. Dije: ‘No puedo fallar, tengo que hacerlo lo mejor posible porque la primera impresión es la más importante’”. Una semana después su nombre figuraba en la lista de bailarines que harían la gira a León, cuyas funciones se transmitieron por la televisión local y en redes sociales.

La compañía finalizó sus actividades del año el 14 de diciembre y Aniuska viajó el 18 a Mérida para pasar las vacaciones antes del reinicio de labores en Monterrey, hoy lunes 4 de enero.

“Es muy diferente estar en una escuela a cuando das el salto a una compañía, sobre todo porque en una compañía los maestros no están todo el tiempo dándote correcciones personales”, explica. “Tienes que exigirte a ti mismo porque no vas a tener siempre atrás a alguien que te exija, como en la escuela”.

Sus actividades diarias con el Ballet comienzan a las 9 de la mañana y terminan a las 2 de la tarde (antes de la pandemia finalizaban a las 4). Al llegar a la sede de la compañía consulta el programa del día, que invariablemente empieza con la clase. “Después hay tres turnos de ensayos: ‘Don Quijote’, copos (de nieve) o Vals de las Flores. Todo el día estamos de un lado a otro, cambiando de salón”, señala.

La bailarina recibe indicaciones
de su madre y maestra, Aniuska
Torres Santana

“Como son producciones que ya están montadas, lo aprendes por tu trabajo, a diferencia de cuando monta la obra un coreógrafo, que en ese momento la enseña”, precisa.  “Es una motivación para que cada día te vaya un poquito mejor”.

El balance de cinco meses de convivencia con sus compañeros es positivo. “Como todos fueron nuevos en algún momento, tratan de echar la mano”, admite. “Sobre todo las mujeres son amigables, acogedoras, me apoyan. Son compañeros laborales y lo más importante es mantener una buena relación con todos”.

“Mis planes son bailar todo lo que pueda y en lo que se me dé la oportunidad. Solo he estado cinco meses y he aprendido muchas cosas”, destaca. “Me muero por hacer un ‘Cascanueces’ del que haya 11 funciones en diciembre, me encantaría vivir en el teatro todo diciembre; esas oportunidades que no se nos dan mucho acá (en Mérida), aquí bailas una vez cada tres o cuatro meses”.

También le gustaría interpretar obras “que no he bailado antes, tanto contemporáneo como lírico o repertorio que no he hecho”. Pone el ejemplo del vals de los copos de nieve, que “siempre quise hacerlo” y resultó en una “experiencia muy bonita” en la que “me divertí tanto”.

Para Aniuska, el factor decisivo que le permitió alcanzar el objetivo de unirse a una compañía profesional fue no haberse dado por vencida. “En Yucatán pasa mucho que cuando se entra a la universidad se deja de bailar. Siempre tuve muy claro mantener durante cinco años el entrenamiento lo mejor que pudiera para que cuando me titulara pudiera bailar, porque si no lo hacía, más nunca”.

En una clase con la maestra Aniuska Torres

“Si no hubiera mantenido un trabajo constante, de todos los días durante cinco años, no creo que hubiera logrado entrar a ninguna compañía. Si lo dejas, no lo recuperas”.

“Lo principal es que tengas una meta”, continúa y advierte: “No se da solo, es paso por paso. En el ballet, el paso por paso es la clase de todos los días”.

“La constancia y el trabajo son lo primordial. Es muy importante la perseverancia”.

Con ella coincide su madre y maestra Aniuska Torres Santana, directora de la Academia Pro-Arte, quien confiesa el orgullo que, junto con su esposo y papá de la bailarina, Mario Camacho Flores, siente de que alcanzase su sueño. “Estoy muy contenta de que ella esté realizada y feliz”.

También anticipa que seguirá adelante el Ballet de Cámara Pro-Arte, que en 2019 ofreció dos funciones de “La Fille Mal Gardée” y en 2020, una de “Coppelia”. Incluso, Aniuska podría participar como invitada en futuras presentaciones.

“Aquí la vamos a tener siempre”, enfatiza. “Ésta es su tierra, aquí nació, aquí se formó. Los proyectos siguen con ella también”.

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