Ramona de Saá: “Trabajamos con los estudiantes con el concepto de que ellos son nuestros hijos”



La maestra Ramona de Saá en la clase magistral a ejecutantes de nivel avanzado, en salones de Per Lei

“¡Y pirouette!”.

Ramona de Saá no escatima entusiasmo al dar indicaciones. Tiene ante sí a ejecutantes de nivel avanzado de Yucatán, estado al que ha visitado unas tres veces, la última en junio pasado para iniciar el proceso de certificación en metodología de la escuela cubana de 18 profesores de Mérida, San Francisco de Campeche y ciudad del Carmen.

Su voz es firme; su mirada, de un suave azul, se concentra en los movimientos que fluyen ante ella. Ella. Una institución de la danza. Una institución de la danza de fácil sonrisa.

“Alicia y Fernando (Alonso) nos formaron con el concepto de que ellos eran nuestros padres y nosotros trabajamos con los estudiantes con el concepto de que ellos son nuestros hijos. Y se lo transmitimos”. Se refiere a los alumnos de la Escuela Nacional de Ballet, en Cuba, de la que es maestra fundadora y, desde 1965, directora y donde se han formado estrellas de la danza, como Carlos Acosta, de quien Ramona de Saá dijo en 2011 a la revista “Proceso” que era su estudiante favorito. “Conversamos… yo lo quiero”, confirma ahora a “Yucatán baila”.

Su memoria se remonta poco más de 50 años para traer al presente los orígenes del plantel, que adoptó el programa de estudios de la Academia Alicia Alonso, donde Ramona de Saá se inició como bailarina antes de convertirse en 1959 en una de las artistas del naciente Ballet Nacional de Cuba. “Paulatinamente se fueron haciendo perfeccionamientos y se adoptó, por ejemplo, la gimnástica, la acrobacia”, señala. “Captamos niños de la casa de beneficencia, porque los varones no acudían; las niñas iban por montones…”.

Ramona de Saá evalúa a Juan Carlos Ortiz en la sede de Danza
de Alto Rendimiento (DAR). En la imagen, a la izquierda se ve a las
maestras Patricia Molina Palma, coordinadora en Mérida del
programa de certificación, y Laura Manzanilla Echeverría
Los chicos “se vinieron a convencer de que querían ser bailarines poco a poco, con un trabajo muy especial que hicimos todos los profesores, y tuvimos mucho éxito”.

Con el paso del tiempo la labor de reclutamiento se extendió a las escuelas regulares y centros de trabajo hasta que “logramos aglutinar muchachos que ya venían por su gusto”. Así, “el primer grupito de aquéllos que seleccionamos fue creciendo, se casó, tuvo hijos y la mayoría entró en el ballet”.

Sentada ante participantes de una de las clases magistrales que ofreció en el marco de su visita a Mérida, los ojos de Ramona de Saá se encuentran de cuando en cuando con los de una niña que está a su lado. Aparece una sonrisa en el rostro de la maestra, que extiende el brazo y acaricia la cabeza de la pequeña.

“Los planes de estudio se revisan cada tres o cuatro años de acuerdo a los resultados que vamos obteniendo. Incorporamos algo, quitamos algo… Ahora, las niñas se incorporan antes a la enseñanza del giro. (Ellas) están girando muy bien, no solamente los varones”, explica. “Hacemos un trabajo colectivo para mantener las características de la escuela cubana de ballet”.

La preservación de esas características es el objetivo de la metodología de la que la maestra De Saá ha venido a México a dar fe. En la capital yucateca lo hace como extensión del programa de certificación que en Córdoba desarrolla En Pro del Talento Veracruzano (ProVer), que dirige la maestra Martha Sahagún, y que en el Estado coordina la maestra Patricia Molina Palma.

“Tenemos un sentido de pertenencia hacia lo que hacemos. Es una responsabilidad inmensa. Podemos tener cualquier problema, pero cuando entramos a la escuela a dar clase todo lo dejamos a un lado y lo retomamos cuando salimos”, asegura.

El mes pasado en Mérida también examinó a las maestras Molina Palma, Laura Manzanilla Echeverría y Elizabeth Escamilla en la impartición de clase a 22 alumnos de segundo y cuarto años de nivel elemental, como parte del proceso de certificación que las tres profesoras comenzaron en 2017 en Córdoba. Los mismos estudiantes, junto con un grupo de alumnas de la maestra Martha Acebo Calaña, graduada de la Escuela Nacional de Arte de Cuba, fueron evaluados con miras a otorgarles la validez de la escuela cubana.

Con tantas nuevas generaciones de ejecutantes que pasan frente a ella, ¿considera más o menos difícil ser bailarín actualmente que hace 50 años? “¿Tú sabes lo que yo veo? Las generaciones actuales no son tan sacrificadas, yo creo que están mucho más mimadas por los padres que nosotros. Todo es por los aparatos que han aparecido, que tienen medio locos a los varones: el telefonino y el Inbox distraen su atención”.

Con las maestras Patricia Molina
y Laura Echeverría
“Hay tanta, tanta actividad por los teléfonos en los jóvenes, y en los viejos también, que la comunicación entre las personas se va perdiendo. Mandan el mensajito: ‘Papá, estoy aquí, venme a buscar…’, porque siempre es con exigencia. El papá lo regaña pero lo va a buscar. Es algo que en nuestra época no existía. No podemos hacerlo una dependencia tan grande. Eso uno lo nota en las clases”.

Ramona de Saá recuerda cuando a mediados de la década de 1970, por acuerdo de Fernando Alonso y el titular del departamento de danza del Instituto Nacional de Bellas Artes, Salvador Vázquez Araujo, viajó a México con profesores de la Escuela Nacional de Ballet para trabajar en la sistematización y unificación de estilo de la enseñanza de la danza clásica en el país.

“México tiene una cantidad de talentos en danza. Los maestros están muy interesados. Donde sí está escaso es en hombres; hay prejuicios que hay que encarar. Monterrey está haciendo un trabajo interesante. Martha Sahagún, en Córdoba, también. Todo esto lleva un proceso porque después los varones se aburren y dejan de ir, y tampoco tienen el apoyo familiar”.

Con los maestros que comenzaron el proceso de su certificación: en primer plano, Laura Manzanilla Echeverría,
Rosa Elena Farah Camacho y Érika Argüelles Ojeda; en segunda fila, Monserrat Aguilar, Mairim Garrido Arceo,
Gina Pedraza Soberanis, Azurena Chan, Kenia Barrera y Anaid Antonio, y, detrás, Patricia Molina Palma,
Ailett Perches Ibarra, Rubén Montejo Ramírez, María José Huh, Miguel Hevia Echavarría, Juan Carlos Ortiz
Villalobos, Silvia López, Melissa Vega, Carlos Estrella, Abril Ferráez Aldana e Yssel Coronado


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