Rasta Thomas: “Siempre escuché cosas maravillosas del Sur”
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Rasta Thomas en la clase para alumnos de nivel avanzado, en la Escuela Superior de Danza "Ana Rosa Cáceres" |
Un hilo de
luz transforma el rostro de Rasta Thomas. El Sol, intruso, asienta en él una
hebra dorada que corre de la sien a la barbilla.
El bailarín
está de pie junto a una ventana del tercer piso de la Escuela Superior de Danza
“Ana Rosa Cáceres de Baqueiro”, desde donde la vista abraza varias manzanas del
centro histórico de San Francisco de Campeche. Con palabras explora el universo
interno de un joven estudiante de ballet que sigue la ruta de la desconfianza
de sí mismo a la actuación apasionada y con fuerza.
El verbo
tiene reflejo en la acción. Rasta habla y las imágenes mentales se encarnan
a la velocidad a la que viajan los segundos: la inseguridad es una espalda
curvada, la comodidad es un cuerpo relajado, la timidez es una mano sobre los
labios.
“Ser artista significa realmente estar en el
momento”, dice.
“Lo que le
hace más falta a la danza es… danza, el espíritu de la danza y el arte. Todos
cumplen con la técnica. En mi opinión, el problema es que la técnica es
perfección y nunca nadie es perfecto”, advierte.
Rasta Thomas
viajó este mes por primera vez al sureste de México a invitación de la Escuela “Ana
Rosa Cáceres” para ofrecer del martes 3 al jueves 5 un taller de fuerza y
elasticidad, técnica, fusión y danza contemporánea a una treintena de bailarines
de niveles de principiante a avanzado de Campeche, Yucatán, Quintana Roo y
Tabasco.
“Siempre
escuché cosas maravillosas del Sur, específicamente de Cancún”, recuerda. “La
gente es muy amable, muy hospitalaria”.
“Estaba
nervioso. Cada vez que voy a un lugar nuevo pienso que tal vez no les va a
gustar lo que tengo para ofrecerles, siempre pienso cómo puedo hacer la mejor
clase con ellos. Hubo niveles diferentes, así que tuve que prepararme y hacer
mi tarea. Pero creo que todos se divirtieron,
yo me divertí; aprendí mucho”.
Regresar está
definitivamente en sus planes, aun en una temporada en que las temperaturas
rondan los 40 grados Celsius. “Espero volver a este clima genial; es tan frío
de donde vengo, Maryland. Realmente lo estoy disfrutando”.
Hace tres
años, con el director académico Ricardo Baqueiro Cáceres analizó la posibilidad
de presentarse en la gala del 65o. aniversario de la escuela, lo que finalmente
no se concretó. Pero en dos años habrá nueva, significativa efeméride “y le
dije que si todavía estoy por aquí y
ella (la maestra Ana Rosa) aún está por aquí tenemos que hacer que suceda”.
Rasta está
abierto a enseñar dondequiera que le llamen. “Pueden ser de cualquier lugar del
mundo y de cualquier edad; si son apasionados y entusiastas sobre la danza les
voy a enseñar”, afirma. “Me gusta pensar
que la danza te elige, no importa en qué lugar del mundo estés; si naciste para
bailar, te encontrará”.
Uno de los proyectos
artísticos por los que eres mejor conocido es Bad Boys of Dance (creado en 2007
al lado de su esposa Adrienne Canterna). El nombre, el hecho de que interpreten
coreografías que mezclan danza clásica, hip hop y jazz con música moderna
ciertamente hace pedazos el estereotipo del bailarín clásico. ¿Ésa era tu
intención?
Lo era. Todos
los bailarines profesionales trabajan duro y quería que el público apreciara lo
que yo hacía. Ya sabes, cuando pones juntos a unos chicos y tienen un balón hay
un equipo de fútbol, o hay equipos de básquetbol o grupos de rock y para los
bailarines no hay ningún grupo popular, así que quería formar un especie de “boy
band” para sacudir e inspirar a esta generación, pero también a la siguiente.
Esto era muy
importante para mí, que un niño viera mi compañía y dijera: “Wow, ¡eso es tan
padre! Hacen capoeira, hip hop, ballet, tap… Quizá pueda ser eso algún día”.
A veces
recibo cartas en que dicen: “Recuerdo haberte visto cuando era niño” o “Tenía
tu foto en la pared”. Valió la pena, creo que fue una buena idea que lo
hiciera. Al público que iba todo el tiempo al ballet le gustaba lo que hacía,
pero yo no estaba tan interesado en bailar para la gente a la que ya le gustaba
ver danza, yo quería bailar para la gente que nunca había visto danza. Era
importante para mí intentar crear un público nuevo.
¿Alguna vez te han
criticado por banalizar el ballet?
Desde luego.
Si dijera que lo que hago es sólo ballet, por supuesto que sería banalizarlo;
pero es ballet con jazz, contemporáneo, hip hop. Nunca dije: “Lo que hago es el
nuevo ballet”. No, es fusión, danza para el siglo XXI.
¿Cómo se enseña a ser
un artista con A mayúscula?
Lo que le
hace más falta a la danza es… danza, el espíritu de la danza y el arte. Todos
cumplen con la técnica. En mi opinión, el problema es que la técnica es
perfección y nunca nadie es perfecto.
Siempre
estamos tratando de que la pierna se levante más alto, los saltos… Tratamos de
ser más y más perfectos, pero no lo somos y eso se mete en nuestra cabeza: “Ah,
eso no se vio bien, eso está mal, abajo, arriba, gordo, muy flaco”. Realmente
lo que debes tener es confianza y control.
Hoy, los
chicos a los que se les pregunta qué quieren aprender dicen: “¡Quiero girar,
saltar, volar!”. Está bien. ¿Qué hay de pararte en primera posición, quieto,
muy tranquilamente, controlando tu respiración, tu concentración? No piensan en
eso, sólo quieren hacer los pasos técnicos.
Y la mayoría
de los maestros sólo enseña los pasos. Es muy difícil enseñar arte a menos que
seas artista y la mayoría de los maestros nunca han sido intérpretes. Sólo puedes
enseñar lo que sabes.
Ser artista
significa realmente estar en el momento. Y la danza siempre ha sido: “¡Mi
pierna tiene que subir más..!”. Siempre se está pensando en el siguiente paso.
Niñas y
niños se sienten muy inseguros de lo que se piensa de ellos, así que es muy
importante forjar esa confianza: “Bien, tal vez no sea perfecto, tal pudiera
subir más la pierna; está bien, mañana la voy a levantar más alto, pero hoy me
voy a sentir bien con esto”. Pero si dices “¡ay, mi pierna no llega más alto!”
es como si fueras tu propio enemigo.
El maestro
tiene que ser un “terapeuta”, tiene que construir la autoestima, hacer que (los
alumnos) estén cómodos quedándose de pie, caminando, actuando como tontos, como
tímidos, como felices, como molestos. Una vez que se sienten cómodos con sus
emociones pueden comenzar a aprender la técnica. Pero piensan que si hacen la
pirouette correctamente estarán bien.
¿Escuchaste la polémica
sobre Misty Copeland (la bailarina principal del American Ballet Theatre fue
criticada por realizar sólo 12 de los 32 fouettés de la coda del Cisne Negro en
una reciente función de “El lago de los cisnes” en Singapur)? ¿Cómo lidian con
la presión del público para ser perfectos, para no tener fallas?
Es la
realidad, eres un profesional de clase mundial, tienes que ser el mejor.
Cristiano Ronaldo hizo una chilena hace dos días y si se hubiera caído todos
se hubieran reído. Misty dijo: “Tienen razón, la regué, pero al menos lo intenté".
La fama
viene con muchas críticas y creo que tienes que ser honesto y decir: “La regué,
sí, lo pude hacer mejor”. La crítica, o quien haya sido, es estúpida si cree
que esto es lo único importante en el ballet; puede sentirse enojada, pero ¿cómo
estuvo el primer acto, el segundo, la caracterización? No puede decir: “Ah,
arruinó todo el espectáculo”. ¿En serio? Entonces sólo ven para estar en esta
parte, no veas el resto de la función. Creo que está tratando de crear drama,
quiere que se conozca su nombre y así es el negocio.
Y el negocio
de Misty es tratar de ser mejor. Las dos están en lo correcto. Depende del
sentido con que lo veas.
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