"El belly dance no es solamente para mujeres"
Jozué Gutiérrez en clase de belly dance en la academia "En l'air" |
Todas las
semanas, de lunes a viernes, al salir
del trabajo Jozué Gutiérrez Sosa se dirige al fraccionamiento Los Héroes para responder
a la orden de eso que siente por dentro y le dice: “Muévete”.
Este vecino
del Vergel es alumno -el único varón- de
la clase de belly dance en el Instituto de Danza “En l’air” de la maestra Laura
Garma Montes de Oca. Hace poco más de un año llegó a la escuela para tomar
clases muestra de jazz y ballet. “Ya me iba a ir y la maestra me dijo: ‘Oye,
¿no te quieres quedar a la clase de belly dance?’. Dije: ‘Bueeeno, está bien’.
Y me quedé. Desde eso soy alumno”.
Porque lo
que vio, dice, le gustó mucho por diferente y porque los movimientos le
resultaban fáciles. “Con esto es wow, aquí sí se puede decir que me vuelvo otra
persona, me desconecto”.
Antes de
comenzar su formación como bellydancer –con movimientos propios del ejecutante varón-
Jozué tenía la misma idea que la mayoría sobre este género: que es sólo para
mujeres. “Mi idea, como es una danza muy sensual, era que la usaban las mujeres
árabes para dominar a su esposo o para lograr algo. Cuando llego acá y la
pruebo, me gusta el hecho que sea diferente y el tipo de música: con darbuka,
que es el tambor; a veces violín… toda
esa combinación la siento por dentro, me dice: ‘Muévete’. Eso no lo sentí con
el jazz, con el ballet, incluso con el hip hop”.
“Poquito a
poquito se fue haciendo mi segunda gran pasión…”, confiesa Jozué, para quien la
primera es el diseño de accesorios, su trabajo de día y que lo ha motivado a
planear su ingreso a la carrera de Diseño Industrial en la Universidad
Tecnológica Metropolitana. Pero ahora trata de reunir ambas, pues “hay cosas
que estoy haciendo (en el diseño de accesorios) que tienen mucho que ver con
esto (el belly dance)”.
Las
exigencias de su vida laboral lo habían apartado antes del jazz, que estudió
durante dos años y medio con Carlos Estrella. Unos cinco años después, en parte
por la necesidad de acondicionamiento físico, aceptó la invitación de “En
l’air” para probar sus clases. “Yo venía por jazz, porque era lo que había practicado”,
recuerda. “El deporte sí me gusta, pero siento que no me llena. El belly dance
me ha ayudado a mantener el peso porque es mucho trabajo de abdomen; a pesar de
que se ven movimientos muy suaves la fuerza que haces te ‘quema’ el músculo del
estómago”.
El menor de
cuatro hermanos, su decisión de bailar belly dance tiene el respaldo de su
familia. “Mi mamá siempre ha apoyado mis locuras, desde que empecé con los
accesorios. No es una familia que tenga prejuicios. (Mis papás) siempre
batallaron mucho con que yo hiciera deporte cuando era niño; ahora tal vez no
haga un deporte como tal, pero es activación física y eso les gusta”.
Su familia
ahora se extiende a sus compañeros de clase. “Algo que he aprendido de la danza
en general es que llega un punto en que las personas con las que compartes tus
clases se vuelven tu familia. Es padre porque te apoyan en todo, complementan
tu vida”.
Admirador de Illan Rivière, exponente de las danzas “tribal fusion” (“yo les digo medias dark”)
y Shiva, con un estilo más tradicional (es “muy natural, de pasos limpios,
tiene una proyección muy grande”), Jozué, de 27 años, ha tenido oportunidad de
actuar ante un público una decena de veces con los demás alumnos de “En l’air” en
foros y eventos de origen diverso. “Me gustaría tal vez no llegar a ser famoso,
pero sí que conozcan que el belly dance no es solamente para mujeres… Tal vez
en primera instancia no piensen en mí, pero que me tengan pendiente. Estar
presente, es lo que me gustaría”.
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