Arnoldo Palazuelos, un juegacuentos que vive del aire
Arnoldo durante una práctica personal en Tapanco |
-¿Te llamas a ti mismo bailarín?
-No.
Artista.
Arnoldo
Palazuelos Rojo no ha pasado por la academia de baile, pero hace danza en las
alturas, coreografías aéreas para relatar sucesos, su principal interés. Las
telas acrobáticas “me ayudan a contar historias, a darle información a los
niños, los adolescentes, los viejitos, los adultos…”.
La necesidad
de narrar ha marcado el camino artístico del sonorense, que dos días a la
semana imparte el Taller de Danza Aérea en el Centro Cultural Tapanco. Al
egresar de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de
Sonora comenzó a colaborar con un centro cultural en Nogales, su ciudad natal,
como cuentacuentos y responsable de un taller de literatura. En busca de
estrategias para llegar a un público acostumbrado a leer poco, decidió
presentar la información de manera visual. “Entonces empecé a hacer teatro: con
clown, con sombras, con multimedia”, recuerda.
Cuando el
centro cultural recibió la visita de una compañía que actuaba con telas
acrobáticas “dije: ‘Quiero hacer esoooo’”. “Básicamente, lo empecé a hacer para
tener una herramienta más para contar cuentos. Más que un cuentacuentos, soy un
juegacuentos, juego la historia, la personifico, involucro al que está
escuchando; es como si estuviera otra vez en mi cuarto con mi hermano recreando
a Tarzán, a Peter Pan, a Gokú, a los Caballeros del Zodíaco”.
Al irse la
compañía “agarré unas telas que nos habían servido para hacer sombra en la
calle y me fui al edificio que estaban construyendo para el teatro, vi unas
vigas, encontré la manera de subirme, amarrar un nudo y colgar las telas… y le
empecé a dar”. Fue el inicio de una actividad que desarrolló con la ayuda de tutoriales
en YouTube, talleres de gimnasia y yoga, y lecturas de libros sobre estructura
muscular y ósea. “Después de tres, cuatro años me vi haciendo nudos que hasta a
mí me impresionaban”.
“Como es
prácticamente nuevo, es muy difícil tener algo tan formal (en preparación)”,
admite Arnoldo. Pero no le ve conflicto, porque “la tela acrobática no es nada
ortodoxa”. “Las nuevas generaciones
somos inquietas, irreverentes. Las telas acrobáticas se han ido desarrollando
con el capricho, la curiosidad, la inquietud de las nuevas generaciones”.
En el año y
seis meses que lleva viviendo en Mérida ya presentó el espectáculo con telas
acrobáticas “Una noche con luciérnagas”, en el que “el actor tiene que tener
cierta postura para interpretar el movimiento arácnido, las luciérnagas un
movimiento más adágico; conforme se va poniendo más violenta la música van
siendo movimientos más duros”.
En la ciudad
–donde además colabora con academias de danza y ha dado clases de Historia y
Literatura a estudiantes de preparatoria– también ha escenificado las obras de
teatro “Redes”, sobre el ciberbullying, y “Samantha y el Popol Vuh”. “A veces
cuento historias que yo mismo escribo y a veces cuento historias que he leído y
me parecen muy interesantes”.
“La ortodoxia se va quedando en el tiempo en el que
nació, los tiempos actuales no te permiten decir si algo está bien o está mal
hecho. Si un artista toca tus emociones, te hace sentir, te hace pensar, te
ayuda a viajar introspectivamente… eso, si queremos buscar un adjetivo, ya está
bien hecho. Nunca he estado de acuerdo con que se diga a una bailarina: ‘¡Abre
bien tu pierna..!’, te enfocas tanto en la técnica que a lo mejor olvidas la
magia de la humanidad. La humanidad no tiene una regla, no hay una forma para
ser un humano bien hecho”.
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