Paty Hernández Ramírez, una bailarina yucateca en Cuba
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La bailarina yucateca Patricia Hernández Ramírez en el World Ballet Competition en Orlando, en junio pasado |
Paola Patricia Hernández Ramírez es originaria de Mérida, tiene 16 años y desde septiembre de 2017 estudia en la Escuela Nacional de Ballet de La Habana (actualmente está en el segundo año de nivel medio o séptimo grado), institución que es cantera de artistas que nutren las filas del Ballet Nacional de Cuba y otras compañías de la isla y el mundo.
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Paty en la residencia de estudiantes de escuelas de arte |
“Desde ese año quise venir pero, obvio, no pude porque estaba muy chiquita. Pensé: cuando sea más grande voy a venir acá”, cuenta Paty en una conversación con “Yucatán baila” en la residencia estudiantil de escuelas de arte de Cuba, en la calle Zanja con Aramburu.
“Hace un año volvimos al concurso, preguntamos por las audiciones y estuve dale, dale y dale para venir, 'molestando’ a mis papás”, dice con una sonrisa.
Su camino en la danza se inició cuando era una niña en Estudio 4, de la maestra Cicely Vallejos Ruiz. “Pasaba muchas horas en la escuela. Mi maestra me apoyó mucho. Gracias a ella vine acá. Me dio la idea de bailar no solo por hobbie… porque ninguna niña chiquita se queda todo el día en la escuela, termina la clase y sigue practicando, va de concurso en concurso”.
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Paty en el concurso en Orlando, donde finalizó en el grupo de las 10 mejores competidores en la categoría preprofesional |
En septiembre del año pasado comenzó en La Habana el proceso de audición a la escuela y un mes después fue admitida oficialmente. “A lo largo del año se fueron saliendo personas porque es muy difícil aguantar”, admite. “Además, pasas bajo alguna condición: mejorar esto o lo otro”.
Su día comienza a las 6, cuando se despierta. En media hora se arregla y ordena el cuarto “porque si dejas un desastre te reportan”, y espera la salida de la guagua, como los cubanos llaman a los autobuses, que llevará a los estudiantes hasta las instalaciones de la Escuela Nacional.
Ahí las clases comienzan a las 8 con la de ballet, que es diaria. Las sesiones duran en promedio una hora con 30 minutos e incluyen repertorio, danzas de carácter, preparación física y materias de escolaridad. Hacen pausa para almorzar de 12:30 a 1:50 p.m., tiempo que Paty, como otros alumnos seleccionados para entrenar con miras al concurso estudiantil de abril próximo, destina en su mayoría a ensayar dos variaciones: la de “Diana y Acteón” y la odalisca de “El Corsario”.
Cuando termina de hacerlo, a la 1:30, dispone de 20 minutos para comer porque a las 2 se retoman las clases en la escuela. A partir de las 5, otro grupo de estudiantes seleccionados ensaya un repertorio especial con la directora, la maestra Ramona de Saá.
Paty entrena hasta las 6:50. Al terminar aborda la guagua de regreso a la residencia. Después de bañarse arregla su cuarto, ubicado en el ala destinada a los extranjeros, y prepara la cena y el almuerzo del día siguiente.
Los sábados también recibe clases, de 8 a.m. a mediodía. Cuando finaliza “voy directo al mercado para comprar mis verduras y frutas de toda la semana” y al llegar a la residencia se dedica a hacer una limpieza a fondo de su habitación. “Me lleva tres horas limpiar todo: barrer, trapear, lavar el baño. En Mérida era muy desordenada, acá me transformé”, dice.
El resto del tiempo lo invierte en hacer tareas, conectarse a internet, leer (“compro libros acá porque son muy baratos”), ir al teatro o salir con sus amigos: van a comer, al cine, a tomar un helado a Coppelia o “a veces solo caminamos”.
“El año pasado me gastaba 10 CUC (pesos cubanos convertibles, equivalentes a poco más de 200 pesos mexicanos) a la semana en internet. A cada rato me conectaba en mi tiempo libre. Así fue pasando y ya me acabo tres tarjetas (cada una con crédito de una hora para enlazarse a la web) en un mes… Mi mamá me manda mensajes, los leo y me animan el día”.
Las experiencias que Paty ha vivido lejos de casa en su deseo de convertirse en bailarina la han hecho “mucho más responsable, mucho más paciente, entiendo más las cosas”.
Admiradora de Isaac Hernández y Marianela Núñez, la bailarina yucateca, que deberá permanecer un año más en La Habana para graduarse, aconseja a quienes elijan dedicarse a la danza “que se preparen, que sean fuertes, porque no es una carrera fácil”.
“Si en algún momento se desaniman, que piensen en lo que de verdad quieren. Que sean muy perseverantes”.
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