Ana Aranda: “El ballet es calidad, no cantidad”
Ana Aranda interpreta "Atrapada" en la edición 13 del Concurso Nacional de Ballet Infantil y Juvenil. La fotografía es de Guillermo Galindo |
Cuando era
niña, Ana Aranda García decía que quería ser astronauta, sin saber que la
sensación de volar en el espacio y retar a la gravedad no la experimentaría en
una nave fuera de la Tierra, sino en el escenario.
En "Claroscuro" durante la clausura del festival "Mérida baila y baila bien", en junio de 2016 en el Olimpo |
De 17 años,
lleva 14 estudiando danza clásica, un arte que en un principio tomaba como
pasatiempo y después se convirtió en algo más serio. Tan serio que en julio
pasado su desempeño mereció la medalla de plata en la categoría E del XIII
Concurso Nacional de Ballet Infantil y Juvenil, en Ciudad de México.
Fue la única
mujer en obtener un premio en esa categoría y uno de los bailarines yucatecos
en aparecer en la lista de ganadores.
Ana ha
participado en el certamen bienal desde que tenía edad para inscribirse en la
categoría A (8 y 9 años), pero fue sólo en esta edición que regresó a Mérida
con una medalla. “Antes trabajaba en clase, pero no intentaba llegar más allá”,
recuerda con sinceridad. “Fue hace dos años que me cayó el veinte y me dije: ‘Quiero
dedicarme a esto y que me vaya muy bien’, y me puse a trabajar más de lo que ya
hacía”.
Admite que
esa idea se debía en parte a que no sentía que tuviera las cualidades físicas
que se buscan actualmente en el ballet. “De hecho, ya había decidido estudiar
Biología, nada qué ver…”, pero no se visualizaba como una persona satisfecha si
dejaba de lado la danza. “Ya decidí que sí me gustaría estar en una compañía.
A lo mejor sigo sin ser el prototipo de bailarina, pero, en vez de una excusa
para quedarme en el nivel que estoy, aprendí a usarlo para superarme y mejorar
las cosas que sí tengo”.
La variación de "Paquita" en el concurso nacional. La fotografía es de Guillermo Galindo |
“Normalmente
cuando piensas en una bailarina piensas en alta, larga, piernas muy delgadas,
empeines muy pronunciados. Yo no tengo esas cosas, pero con el tiempo logré
amoldar un poco más mi cuerpo”.
“Me dicen
que lo que es muy especial de mí es mi técnica, o sea, no soy tanto de líneas
bonitas, sino que cuido mucho dar una variación limpia; a lo mejor no voy a dar
cuatro piruetas, pero voy a dar dos limpias”.
En "Revelación" en la gala del Concurso Nacional de Danza Interdisciplinaria, en mayo pasado en el Teatro Daniel Ayala |
Ana comenzó
a estudiar ballet a los tres años en la Academia Eduanú y a los siete ingresó
al Centro Estatal de Bellas Artes (CEBA), donde su mamá, Liliana García Payán,
es maestra.
De esos
primeros años recuerda el gusto por ensayar las coreografías de futuras
presentaciones y el momento de salir a escena. A los concursos le gustaba ir
para obtener buenos resultados y fue por ellos que pensó que tenía las
condiciones para dedicarse a esta disciplina. Pero llegó un momento en que
sintió que se había estancado, lo que la llevó a pensar en dejar la danza. “¿Para
qué sigo perdiendo mi tiempo si ya no doy para más?”, se dijo.
Sin embargo,
continuó al encontrar nuevas motivaciones internas, entre ellas la
experiencia
de la anterior edición del concurso nacional, al que asistió después de
fisurarse un pie un mes y medio antes del evento. “Me movía con miedo. Más bien
participé para cumplir, sabía que no iba a ganar. Esa experiencia me ayudó a llegar
este año con una confianza diferente: me sentía preparada, no me preocupaba si
mi pie me dolía o no. Antes de irme logré un nivel bastante bueno, me permitió
dar incluso un poquito más de lo que había logrado. Me sentía bien”.
La variación de Gamzatti en el certamen nacional. La fotografía es de Guillermo Galindo |
Se preparó
para el nacional con la guía de las maestras Analila Jiménez Sánchez, Rubí
Montejo Cantillo, directora de Danza del CEBA, y Asunción Sánchez Ortiz.
Compitió con la coreografía libre “Atrapada”, de la maestra Jiménez, y las
variaciones de Gamzatti de “La Bayadera” (en la segunda de las tres rondas) y
de Paquita (en la última).
Ana ensaya
de manera habitual de lunes a sábado, al menos dos horas diarias, con la
maestra Analila Jiménez. Podría pensarse que para alguien que cursa el tercer
grado de preparatoria sería difícil cumplir las exigencias de la escuela
regular, las clases de ballet y la vida personal; pero “ya me acostumbré, me va
bien”, incluso aprovecha el tiempo antes de entrar al salón en Bellas Artes para
hacer sus tareas. “Ahí siempre me ven con mis libretas”.
La bailarina
destaca el cuidado que en el CEBA se pone a la técnica dancística por encima
del deseo de deslumbrar con acrobacias. En otras escuelas “a las niñitas les
ponen a hacer muchas cosas que no son de su edad, el público se ha acostumbrado
tanto a eso que cuando ve a una niña que hace lo que sí le corresponde dice: ‘Ay,
esta niña no hace nada’”.
“Las
academias dicen: ‘Le pongo a mi niña lo que sí debe hacer pero no le va bien
(en los
concursos), pues le tengo que poner otras cosas’. Creo que es muy
difícil ahora dar prioridad a la técnica. Igual en las categorías más grandes
ponen a hacer muchos fouettés, muchas piruetas, no importa cómo los hagan; pero
tampoco está bien, el ballet es calidad, no cantidad; es estético. Si haces
cinco pirouettes pero estás muy descolocada no debería valer nada”.
Fotografía de Guillermo Galindo |
Aunque le
gusta la danza contemporánea, confiesa su preferencia por las variaciones de
repertorio. “La coreografía va a ser la misma, pero le tienes que dar un poco
de tu sello; me gusta hacer eso, darle el estilo que requiere la variación pero
ponerle mi toque”. Mayuko Nihei, primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza, ensayó con ella en una ocasión para ayudarla con el estilo de esas variaciones.
Es por eso
que le gustaría ingresar en el futuro a una compañía que trabaje con obras
clásicas. De hecho, este curso lo dedicará a preparar un vídeo de audición y analizar las opciones
para continuar bailando, ya sea en México o el extranjero.
Ana, admiradora
de María Kochetkova, Sergei Polunin y Evgenia Obraztsova, considera que “está
muy padre ver mexicanos (en compañías extranjeras) porque ya están en otro
nivel completamente”. “La mayoría de los bailarines buenos se quedan en México,
no sé si es el miedo a no estar al nivel de los de afuera, pero si quieres
llegar a ese nivel tienes que salir, concentrarte en eso”.
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