Claudina Novelo: “Bailar es un sentimiento inigualable”
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Claudina Novelo Zoreda como Odette, en "El lago de los cisnes" del Ballet Clásico de Yucatán, el 28 de marzo |
A Claudina Novelo Zoreda su esposo le dijo en una ocasión: “De
verdad que a ustedes los bailarines no los entiendo: sufren un montón, se
sacrifican, pero ahí van otra vez, otra función, otro papel…”.
“Y eso es muy cierto”, admite ella. “Es mucho sacrificio,
pero es invaluable la satisfacción que uno siente cuando sale a bailar, estar
en el escenario con las luces, el traje, ver el teatro, saber que la gente disfruta
contigo lo que haces”.
La más reciente ocasión en que la bailarina yucateca
experimentó esa satisfacción fue el 28 de marzo pasado, en la presentación de “El
lago de los cisnes” por el Ballet Clásico de Yucatán en el Teatro Peón
Contreras, en la que interpretó a Odette. En el tiempo que ha formado
parte de la agrupación ha asumido diversos papeles, entre ellos
el de Giselle, que le exigió trabajar su madurez artística.
Actuar con el Ballet Clásico y dirigir su propia escuela de
danza forman parte del actual
proyecto profesional de Claudina, quien recuerda
que durante “mucho tiempo me proyecté como parte de una compañía profesional en
el extranjero”. Como ella misma reflexiona, “no creo que se me hayan cerrando
las puertas, pero las circunstancias empezaron a cambiar; la vida me fue
llevando en zigzag y me siento bastante tranquila con todo lo que he hecho; no
puedo decir que no lo intenté, que no audicioné, que no me dedico a lo que me
gusta”.
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Como "Giselle", en 2014. Fotografía de Alis Estrada |
Se refiere al compromiso que hizo con su formación y la meta
que se trazó cuando, en la secundaria, ya era claro que “no me veía fuera de
esta área”. Dos años después de comenzar a recibir clases de ballet –a los 10
años de edad para cumplir un requisito académico–, la maestra Karla Barrera
Mañé, de Milne Academia de Danzas, la seleccionó para entrenarse aparte y más
tiempo con miras a participar en concursos.
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En el Youth American Grand Prix con "Shadow". Foto cortesía |
Cuando fue el momento de comenzar la preparatoria –ya era 2005–,
eligió estudiarla libre para disponer de más tiempo para entrenar e ir a cursos
y competencias. “Mi tirada era incluso quedarme en el extranjero”, relata. No
pasaría mucho tiempo para que algo de ese proyecto empezara a cobrar forma,
pues un par de meses después asistió al Festival Internacional de Danza Córdoba,
en Veracruz, donde por su desempeño recibió una beca completa para formarse en
la Escuela Nacional de Arte de Cuba, en La Habana.
Pero antes de hacer las maletas para viajar a la isla, a
solicitud de su papás Claudina se enfocó en terminar la preparatoria, lo que
hizo en 11 meses, en los que “le metí duro al estudio y entrené al mismo tiempo”.
Desde 2006, y durante casi dos años, fue alumna de la escuela
cubana, como integrante
de la cual participó en la siguiente edición bienal del
festival cordobés, al que asistió, entre otros, con un joven estudiante de Matanzas
llamado Osiel Gouneo, actualmente primer bailarín del Bayerisches Staatsballett.
“Estaba rodeada de mucha gente que ahorita es superfamosa”, recuerda Claudina
con una sonrisa.
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En la variación de "Paquita" en Córdoba. La fotografía es de cortesía |
En la cita veracruzana obtuvo el pase a la final del Youth
American Grand Prix (YAGP) en Nueva York y su decisión de acudir a este
certamen marcó su separación anticipada de la institución antillana, que tenía
la mira puesta en una competencia diferente. La maestra Karla Barrera le sugirió
volver a Mérida para preparar su actuación en Estados Unidos y así lo hizo. “Fue
una experiencia increíble participar en un evento de tal magnitud y con gente
de todo el mundo”, señala Claudina, quien presentó una variación del tercer
acto de “Raymonda” y la coreografía neoclásica “Shadow”. Y aunque “no gané un
lugar, puedo decir que llegué a la final”.
De vuelta del Gran Premio a esta ciudad se dedicó a preparar
su ingreso a la universidad. Pero a los pocos días de saber que fue admitida le
informaron que en el YAGP le habían otorgado una beca para estudiar un año en The
Washington School of Ballet. Y de nuevo empacó las zapatillas.
Aprovechando la cercanía con su lugar de residencia, acudió
a audiciones en Nueva York para ingresar a diferentes compañías. “En varias
audiciones me quedé en las finales. Había audiciones de 300 personas y al final
quedaban 30 y de esas 30 quedaban dos; era una probabilidad muy baja que en una
audición de élite encontraras un trabajo. También como latina fue difícil
conseguir lugar en una compañía, porque las visas de trabajo cuestan mucho…”.
“En algunos lugares quedé como aprendiz, pero no me pagaban,
no tenía seguro médico,
no me daban las zapatillas, aunado a que no podía trabajar
porque la compañía me llevaba todo el día… Ya tenía 19 años, no era que mis
papás me fueran a mantener. Entonces dije: así no me quedo”.
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En "El lago de los cisnes" en 2011. Fotografía de Milton Acereto |
Al concluir el período de estudios en Washington, Claudina
regresó una vez más a Mérida, donde entró a la carrera de Nutrición. “Me gustó
mucho; sin embargo, no me apasionaba igual que la danza, no sentía esa emoción
de ir a la escuela como de ponerme las zapatillas”.
A medida que avanzaba, la licenciatura “se empezó a hacer
más pesada”. “Muchas amigas cercanas me decían: ‘Claudina, no te veo en esto,
no tiene caso que te obligues’. No sabía qué hacer, si era mi camino”, confiesa.
Luego de escuchar los consejos de sus amistades, su entonces novio y ahora
esposo Marco Antonio Sauri Morales y una amiga cercana de su madre, que le
ofreció pagarle el vuelo a la ciudad que eligiera para continuar su preparación
artística, Claudina se armó de valor y anunció a sus papás que dejaría la
universidad.
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Fotografía de Alis Estrada |
La relación con su pareja entró en juego. “Me pesaba que yo
estaba escogiendo un camino
muy separado de la vida que él tenía o quería; no había mucha posibilidad de que él se fuera a Estados Unidos, por ejemplo”. Y trató de sopesar lo bueno y lo malo de continuar en la búsqueda de la meta que se había fijado. “Compañeros llevan una vida muy padre pero se casan con la danza. Poca gente se casa y tiene hijos, y casi siempre es con gente del medio, porque un año está en San Francisco y otro año en Irlanda porque ahí le dieron trabajo”.
muy separado de la vida que él tenía o quería; no había mucha posibilidad de que él se fuera a Estados Unidos, por ejemplo”. Y trató de sopesar lo bueno y lo malo de continuar en la búsqueda de la meta que se había fijado. “Compañeros llevan una vida muy padre pero se casan con la danza. Poca gente se casa y tiene hijos, y casi siempre es con gente del medio, porque un año está en San Francisco y otro año en Irlanda porque ahí le dieron trabajo”.
“Es una vida muy padre porque viajas mucho, conoces mucha
gente, pero es muy inestable y conforme fui creciendo me dije: nunca voy a
tener algo sólido, llegar a cierta edad y decir tengo todo esto”.
Así que, siete meses después de llegar a Nueva York tomó
las maletas de regreso a Mérida, ahora en definitiva. “No sólo fue por mi
novio, porque estoy más que clara que si uno no sigue su proyecto de vida no lo
puede compartir con alguien”, aclara Claudina. “Mi proyecto cambió a que lo que
yo hice mucha más gente lo haga: que salga, viaje, haga audiciones, a lo mejor ellos
sí se queden a bailar en el extranjero. Y el único medio para hacerlo era teniendo
una escuela”. Hace tres años, en el fraccionamiento Las Américas abrió sus
puertas Claudina Novelo Academy, que desde enero pasado cuenta con una
selección de alumnas que se entrenan para participar en concursos.
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La fotografía es de Alis Estrada |
Recuerda con especial satisfacción el papel protagónico de “Giselle”
que interpretó en dos funciones del Ballet Clásico de Yucatán en 2014. “Lo más difícil fue
la parte teatral del primer acto. Es tanto lo emocional que le tienes que poner
a la obra, sobre todo a la escena de la locura, tienes que llorar… En los
ensayos, Alma (Rosa
Cota, codirectora de la agrupación) me hacía gritar para sacar el aire, ejercicios de actuación que nunca había hecho”.
Cota, codirectora de la agrupación) me hacía gritar para sacar el aire, ejercicios de actuación que nunca había hecho”.
“Bailar es un
sentimiento inigualable”, subraya Claudina. “No vivo de bailar, pero me da esa
gasolina para seguir adelante. Llegar al teatro, ver las luces, cuando dicen ‘tercera
llamada’ es una adrenalina que no se puede explicar hasta que lo sientes; es
como una droga, no lo quieres dejar, ahí quieres estar siempre”.
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